TARJETA ROJA

Todos los auxiliares que juraban bandera recibían unas tarjetas de color blanco con la que los familiares accedían a los actos de la Academia. Pues bien, si habías sido de los tres primeros, te daban una tarjetita roja con la que, además, podías pasar al edificio de mando a tomarte un "vino español". En fin, imagino que os podéis imaginar la emoción que puede sentir un padre, en este caso el mío, al verse felicitado por los mandos, por lo bien que se había portado el chaval. Yo tengo que reconocer, que tras el hambre que había pasado, estaba más pendiente de las croquetas y las empanadillas que del capitán metiéndole el mitin a mi padre, que por cierto, a día de hoy sigue siendo saludado por mis antiguos mandos (cosas de la vida) cada vez que se cruza con alguno con los que entabló amistad.

De igual forma, al ser jefe de clase, me proporcionaron una tarjeta, o dos (no me acuerdo bien), con la que podía recompensar, a mi arbitrio, a dos auxis que se lo hubieran merecido. Yo recuerdo que se la entregué a un chico de Murcia, con asombro de todos, ya que no era una lumbrera, y que además, algún "listo" la había tomado con él. Este chico se esforzaba mucho por estudiar y aplicarse, aunque no obtenía muy buenos resultados; sin embargo era una excelente persona que, en su humildad, este pequeño detalle de que su padre, o su madre, lo viera codearse en el vino con los mandos era todo un orgullo.

Hoy me acuerdo del murciano y espero que consiguiera su anhelo de ser Guardia Civil, porque se lo merecía de verdad.