Estimados compañeros:
Tras las pasadas fiestas de Navidad, parece oportuno recordar aquellas interminables clases de gimansia (por aquello de rebajar los turrones) que, al menos a mí, me traían por la calle de la amargura. Todos los días, de lunes a viernes de 9:45 a 10:30, la puñetera gimansia. Corriendo, siempre corriendo. En el patio de armas, por el perímetro de la Academia, por la parte de las viviendas de los que allí vivían...Y cuando por fín llegaba el sábado, de 12:10 a 13:10, más deporte. Recordándolo me entran agujetas. Un compañero ha tenido el detalle de proporcionarme esta maravillosa foto, lo cual agradezco profundamente. Veis, que no he quitado las caras...me temo que ya nadie es reconocible. Nos vamos, irremediablemente, haciendo mayores y nuestro físico cambia tanto que...
En fin, ahora no me queda más remedio que correr para bajar el colesterol, la hipertensión, el azucar en la sangre...cuanto echo de menos una voz de un profesor de gimnasia gritándome que como me parara me iba a meter un cuerno, aunque sólo fuera porque, entonces, no tenía 42 años.