Yo tengo un amigo que se llama Juan, muchos diréis: y a mí que más me da. Pues bien, cuando Fernando y Raúl fueron asesinados en Capbreton, uno de ellos, por determinadas circunstancias que no vienen al caso, tenía ciertas particularidades que podían coincidir con un familiar mío. Por aquel entonces, mi amigo Juan tardó unos días en llamar, pese a que hablamos mucho y a menudo, pensaba que aquella vez la zarpa de la bestia me había alcanzado en la persona de un familiar.
Afortunadamente, aunque no sé si este es el calificativo preciso, llamé a mi amigo para preguntarle si le pasaba algo y me comentó que ante aquella posibilidad, y conociéndome, no quería perturbar mi dolor, que aunque no fuera familiar mío, no dudéis que sufría.
Este verano me encontraba disfrutando de unos días de vacaciones, por otra parte como cualquier persona normal en esta época, cuando me enteré de la terrible noticia del atentado de Mallorca en un bar de mi lugar de descanso. En aquel momento, escuché el nombre de Carlos y sus circunstancias, y fue en ese momento cuando mi mujer me miró preguntándome: ¿No será familia de Juan?, Yo, intentando reponerme del conjunto de improperios que había soltado, a diestro y siniestro, contra aquellas alimañas, su ascendencia y su descendencia, y tras haber pensado exactamente lo mismo dije: no, seguro que es una coincidencia, bueno ya le llamaremos y le preguntaremos.
En aquel momento, la mujer de Juan llamó a la mía, y resultó que esta vez la serpiente había mordido muy cerca, esta vez en la persona de un familiar muy querido por mi amigo Juan…
Me ha costado mucho ponerme en el teclado y empezar a escribir, pues mi primer entrada en este blog tras el periodo vacacional era sobre emociones, sí, pero de otro tipo, que tendré que postergar hasta que pase algo más de tiempo.
Desde el atentado de Sallent de Gállego, donde murieron Irene y José Ángel, siempre me rondó la idea de que ser abatido en un coche oficial por efecto de una bomba lapa era algo que no podía consentirse bajo ninguna circunstancia. Comprendí que la precariedad que había vivido en mi paso por la Guardia Civil era más seria que unas cuantas anécdotas semi-divertidas sobre la capacidad de supervivencia de los miembros del Cuerpo. Os podéis imaginar, a este respecto, lo que pienso en estos momentos.
Me produce la mayor de las vergüenzas que semejantes alimañas puedan aprovecharse de la chapuza nacional, siendo las victimas las de siempre.
Carlos había encontrado en la Guardia Civil una razón vital que ordenara su vida, acababa de ser “temporero”, de estar en prácticas que creo que se dice ahora, y su destino era el mismo en el que había realizado las mismas, y por efecto de una sociedad podrida se ha convertido en ejemplo para todos nosotros.
Carlos, sólo puedo decir parafraseando a alguien, equivocado o no, pero con indudable amor a España: simplemente gracias, dichas con el lacónico estilo que nos caracteriza. Mi dolor es desde el interior, “De profundis”, implorando a la Virgen del Pilar para que ilumine a nuestros compañeros, los proteja y pronto puedan poner a buen recaudo a la bestia, y todo ello, con el convencimiento de que la mejor noticia sería que les explotara a todos esos valientes, valientes hijos de puta se entiende, sus propias bombas entre las piernas…